PAISAJES DE DENTRO AFUERA
HORTUS CONCLUSUS
La catalogación de la obra de un jardinero debería ser como un jardín, quizás un jardín convertido en más accesible libro, un libro-jardín o de paisaje. Es una obra que trabaja con el tiempo de un trabajo como materia, y lo distribuye en un espacio plano cercado y ajardinado que, organizado alrededor de una fuente central (el paisaje), forma así una suerte de mandala o visión del mundo. Si la representación temporal es habitualmente una línea recta, en este caso al doblarla hasta el círculo creamos un solo foco, y principio y final desaparecen. Si articulamos el jardín respecto al fondo del mandala, como una especie de ruleta, cada vez que girase la rueda su entrada cambiaría de serie o capítulo, introduciéndose así de diversos modos al catálogo-jardín, todos ellos válidos, accediendo al núcleo principal del trabajo desde cualquier capítulo (todos como sabemos en construcción), tal como paseamos por un jardín inacabado y nos detenemos ante esta o aquella perspectiva, ante ésta o aquella forma singular.
Como perdiéndonos en un museo, de sala en sala sin aparente rumbo, y terminando por tropezar con alguna pieza, quizás la que en ese momento nos habla, también cuando ojeamos el catálogo ocurre lo mismo, y es de hecho el propósito final del mismo; el asunto del que trata, constatando así al menos su existencia.
D. Pronton