RUINAS DE BENIDORM

     Entropic Landscape, 1969. Robert Smithson

LA CALA ENTRÓPICA

La nueva pintura de paisaje es principalmente escéptica, y en estos tiempos de teleportación de imágenes en un bombardeo mediático de basura visual, es imprescindible dotarse de esa visión crítica para sobrevivir. Por lo tanto la pintura resucita y además sobrevive a su resurrección, que ya es mucho decir hoy día, y parece además arremeter con cierto resentimiento contra el arribismo de la tecnología, o al menos con esa tecnología que estúpidamente nos globaliza. Aquí es donde aparece la mesa camilla que se fusiona con el peñasco, o mejor dicho con la marina, ora paisaje de Benidorm. Lo de la mesa no se refiere a la "tábula rasa" dadaísta, sino a la madera de la que están hechas las mesas camilla de toda la vida, la misma madera que simboliza la madre tierra. Sus vetas son los estratos del terreno y sus nudos son hitos erigidos o flotantes en él, su color arcilloso y su olor a resinas son el manto geológico que los cubre. El resultado final, que llamaremos cuadro, resulta tener curiosas similitudes con la visión actual, una voraz urbanización de la costa levantina, que esta vez ha realizado un trabajo impecable, un verdadero earthwork desmesurado y atroz, de un delirio "civilizador" que algún alcalde ambicioso proyectó, cual moderno rey mesopotámico, y que en nuestra pintura sin embargo vuelve atrás hasta los orígenes de la propia civilización, convirtiendo todo el peñasco en una suerte de primitivo zigurat, primera morada de los dioses de este mundo.

D.P.